“-Ecuche, senador. El arcoíris reúne las condiciones
que queremos. Tiene todos los colores y es una sola cosa. Representa a todos
los partidos del No y ninguno pierde su
individualidad. Es algo hermoso que surge después de la tempestad, y con todos
esos colores tiene lo que usted quería, señor Olwin: alegría”
(Adrián Bettini, personaje de los días del arcoíris)
Generalmente,
las personas amantes de los libros y que por su labor diaria tienen que leer,
compran una novela con la esperanza de poder leerlo en algún momento de
descanso.
En estos
días, camino a la playa, para tomar unas cortas vacaciones, aproveché para llevarme
un pequeño libro, cuyo título no me dijo nada, pero cuyo autor merece todos mi
respeto y admiración, el escritor Antonio Skármeta.
Mi primer
conocimiento sobre el, proviene de la TV, donde era presentador del programa: “El mundo de los libros”. Después del
boom fílmico de “Il postino”. Me enteré que el guión estaba basado en una de
sus obras.
Cuando se
me presentó la oportunidad de viajar a Santiago de Chile, lo primero que hice,
fue la de comprar: “El cartero de Neruda”. Me la “devoré” en un día, como
decimos los venezolanos. Posteriormente tuve acceso a: “la boda del poeta”.
“Los días del Arcoíris” (premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica
2011) es la tercera obra de su pluma,
que leo.
Tamaña
sorpresa que me llevo cuando comienzo a hojear sus páginas y compruebo que la
historia está ubicada en Santiago en el año 1988, cuando el plebiscito para que
Pinochet continuara en el pode para el lapso 1989 - 1997. La novela recrea, con
el humor, la inteligencia y alegría propia del autor, los vaivenes de la
oposición para crear una de las campañas publicitarias más exitosas de la
historia. La de la franja del “NO”. Enmarcado en los dramas personales de sus
protagonistas y del país. La de un joven estudiante, cuyo padre es detenido por
la policía durante su clase, en presencia de todos sus alumnos, o de la novia
de este joven, que al igual que otros jóvenes chilenos habían perdido la esperanza
y sólo pensaban como encontrar la forma
de irse al exterior del país.
Según
cuenta la historia, el gobierno chileno, convencido de su triunfo, concede 15
minutos de TV, para que la franja del “NO”, presente su propuesta y mensaje a
todos los chilenos.
El
Ministro del Interior, de apellido Fernández, al verla, le parece una campaña
inocente e inofensiva, por lo cual autorizó su transmisión. Aunque,
posteriormente voceros del gobierno e inclusive el mismo ministro admitían que:
“Su melodía característica, en torno a la frase "La alegría ya
viene", era tan pegajosa, que hasta los creativos de la Campaña del Sí en
sus reuniones de brainstorming la tarareaban inconcientemente”.
El día de
la transmisión, casi todos los televisores chilenos estaban encendidos y lo que
vieron los dejó si habla. Los que esperaban una denuncia contra el régimen, Me
imagino que quedaron con la boca abierta
al escuchar una canción de ritmo contagioso, un video de mucha alegría (http://www.youtube.com/watch?v=MUNB_PxP6i8&feature=related), con la figura de un arcoíris como símbolo de la unión de veinte organizaciones políticas.
El 5 de octubre (¿coincidencia?), la violencia es derrotada por la alegría, la
realidad por la esperanza. Un pueblo cansado votó por la Paz. La prensa
internacional reseñó el hecho de la siguiente forma: “quince minutos que bastaron para acabar con quince años”.
¿Por qué fue una grata sorpresa? Por los
momentos que vivimos en Venezuela. Un país dividido, cansado, ahora en lucha
con la naturaleza, agarrándose de cualquier triunfo deportivo o cultural para
soñar.
Somos un
pueblo alegre por naturaleza. Es menester que nuestros dirigentes nos devuelvan
la sonrisa perdida.