Las familias Guaramato y Carrasquel, han
mantenido una larga historia de amistad. El más lejano recuerdo que tengo es el
de un Señor muy alto, enorme para mi, que dormía la siesta en un enorme sofá
gris totalmente forrada de plástico transparente, que se encontraba en nuestra
sala y que me enseñaba palabras obscenas, para que se las repitiera a mi mamá.
Era Alejandro “Patón” Carrasquel, el primer venezolano en llegar a las grandes
ligas y creador del equipo de beisbol AA “Vigilantes de Tránsito” del que mi
papá formó parte y al que le dedicó innumerables años de su vida.
Los Carrasquel vivían en una casa ubicada muy
cerca de la Av. Panteón y a escasas dos cuadras del apartamento en donde
nosotros residíamos. De Alfonso “Chico” Carrasquel guardo más recuerdos, dado que cuando “el Patón” murió, yo todavía era
muy pequeño.
La amistad de Alfonzo y mi papá duró hasta que
el “Chico” falleció, tan grande fue esa amistad que terminaron siendo
compadres, mi hermano Juan Carlos es su
ahijado. A medida que su carrera de Grandes Ligas crecía, aumentaban los
recuerdos que el almacenaba en su casa: bates, uniformes, muñecos y una
variedad de objetos alusivos a los equipos en que el jugó, presidido de un
enorme retrato al óleo vistiendo el uniforme de la Medias Blancas de Chicago.
El catalogaba a su hogar como una especie de casa museo en honor al beisbol.
Se volvió costumbre asistir todos los años a la
casa de los Carrasquel, el día del cumpleaños del “Chico”, el 23 de enero, y
celebrarlos con todos sus amigos, una gran cantidad, eran peloteros, y su
familia: Su hermana Isabel, encargada de la comida, Emilia, Antonia y Maritza.
Pero el punto central era el humor y los
cuentos del “Chico”. Solamente he conocido a dos personas con esa capacidad
cuentística oral, el Dr. Heriberto Leyra “Beto” y Alfonso “Chico” Carrasquel.
Como ejemplo, a continuación sacaré de mis recuerdos, algunas historias
contadas en esos amenos días:
Primeramente me referiré a una que me toca
personalmente. Infinidades de veces, el Chico echaba el cuento de cómo estuvo a
punto de retirase motivado a un puntapié en plena espinilla que le di con mi
bota ortopédica.
Otro cuento (versión libre, pero muy libre) que
me encantaba escuchar era como su padre de nombre Cristóbal Colón, manejaba un
camión por esas rutas del país cuando un policía lo detuvo, le pidió que se
identificara, y al decirle su nombre, por supuesto el agente se puso furioso.
– ¡Ah, mamadorcito de gallo! nos resultó el
hombre, exclamó. – Es verdad, sino pregúntele a mi acompañante. Pero el
copiloto permaneció mudo. Así duraron un
rato hasta que el policía le dio la multa. Al arrancar el camión. no se tardó
el reclamo por parte del chofer: ¿pero qué pasó? ¿por qué no hablaste¿ el
copiloto, lo miró a la cara y le dijo. – ¿Cómo crees que ese policía hubiera
reaccionado? si le digo que en verdad te llamas Cristóbal Colón, para luego
darle mi nombre, ¿Acaso se te olvidó que me llamo Simón Bolívar? ¡Presos vamos
a parar!.
Otro relato que a él le encantaba relatar se
refería a una noche de parranda con sus amigos: Susana Diujm, Alfredo Sadel y
Cesar Girón. Estaban en el carro de este último, cuando arribaron a un conocido
club nocturno de la época ubicado en el pueblo del Hatillo. Se estacionaron en
un lugar prohibido, por supuesto, en breves instantes se le acerco un policía,
para advertirles de la situación. Girón conocido por su fuerte carácter, le
increpó al agente. - ¿Usted no sabe quién es la mujer que nos acompaña? es la
mujer más bella del mundo, ¿y este señor? - señalando a Sadel, - es el mejor
tenor del mundo, ¿y este otro? es el mejor shortstop del mundo y, yo soy el
mejor torero del mundo. Dicho esto los 4 amigos se dieron la vuelta y entraron
al local. Al salir, se encontraron pegado al parabrisas del auto una boleta de
citación para el día siguiente y estaba firmada por ¡el mejor policía del
mundo! Según le contaron al “Chico”posteriormente, el jefe civil no le creyó al
policía que había citado a los venezolanos más destacados de su tiempo a su
humilde despacho. Al día siguiente, efectivamente aparecieron los 4 y se armó
la fiesta en honor a ellos.
En cuanto al beisbol, el “Chico” siempre
contaba lo que le sucedió su primer día en grandes ligas. Después del
entrenamiento matinal. Corrió para bañarse y cambiarse para almorzar. Cuando
llegó al comedor se levó la ingrata sorpresa de que todo el mundo estaba
uniformado. Para la cena, como no quería cometer el mismo error de nuevo, no se
cambió, por supuesto, todos estaban de traje y corbata y el uniformado. Le
gustaba relatar como en su primer juego oficial, tuvieron que empujarlo para
que saliera a batear, cuando lo anunciaron, porque era la primera vez que
escuchaba su nombre en inglés, no se dio cuenta que se referían a el.
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