martes, 15 de mayo de 2012

LOS CARRASQUEL


Las familias Guaramato y Carrasquel, han mantenido una larga historia de amistad. El más lejano recuerdo que tengo es el de un Señor muy alto, enorme para mi, que dormía la siesta en un enorme sofá gris totalmente forrada de plástico transparente, que se encontraba en nuestra sala y que me enseñaba palabras obscenas, para que se las repitiera a mi mamá. Era Alejandro “Patón” Carrasquel, el primer venezolano en llegar a las grandes ligas y creador del equipo de beisbol AA “Vigilantes de Tránsito” del que mi papá formó parte y al que le dedicó innumerables años de su vida.

Los Carrasquel vivían en una casa ubicada muy cerca de la Av. Panteón y a escasas dos cuadras del apartamento en donde nosotros residíamos. De Alfonso “Chico” Carrasquel guardo más recuerdos, dado  que cuando “el Patón” murió, yo todavía era muy pequeño.

La amistad de Alfonzo y mi papá duró hasta que el “Chico” falleció, tan grande fue esa amistad que terminaron siendo compadres,  mi hermano Juan Carlos es su ahijado. A medida que su carrera de Grandes Ligas crecía, aumentaban los recuerdos que el almacenaba en su casa: bates, uniformes, muñecos y una variedad de objetos alusivos a los equipos en que el jugó, presidido de un enorme retrato al óleo vistiendo el uniforme de la Medias Blancas de Chicago. El catalogaba a su hogar como una especie de casa museo en honor al beisbol.

Se volvió costumbre asistir todos los años a la casa de los Carrasquel, el día del cumpleaños del “Chico”, el 23 de enero, y celebrarlos con todos sus amigos, una gran cantidad, eran peloteros, y su familia: Su hermana Isabel, encargada de la comida, Emilia, Antonia y Maritza.

Pero el punto central era el humor y los cuentos del “Chico”. Solamente he conocido a dos personas con esa capacidad cuentística oral, el Dr. Heriberto Leyra “Beto” y Alfonso “Chico” Carrasquel. Como ejemplo, a continuación sacaré de mis recuerdos, algunas historias contadas en esos amenos días:

Primeramente me referiré a una que me toca personalmente. Infinidades de veces, el Chico echaba el cuento de cómo estuvo a punto de retirase motivado a un puntapié en plena espinilla que le di con mi bota ortopédica.

Otro cuento (versión libre, pero muy libre) que me encantaba escuchar era como su padre de nombre Cristóbal Colón, manejaba un camión por esas rutas del país cuando un policía lo detuvo, le pidió que se identificara, y al decirle su nombre, por supuesto el agente se puso furioso.
– ¡Ah, mamadorcito de gallo! nos resultó el hombre, exclamó. – Es verdad, sino pregúntele a mi acompañante. Pero el copiloto permaneció mudo.  Así duraron un rato hasta que el policía le dio la multa. Al arrancar el camión. no se tardó el reclamo por parte del chofer: ¿pero qué pasó? ¿por qué no hablaste¿ el copiloto, lo miró a la cara y le dijo. – ¿Cómo crees que ese policía hubiera reaccionado? si le digo que en verdad te llamas Cristóbal Colón, para luego darle mi nombre, ¿Acaso se te olvidó que me llamo Simón Bolívar? ¡Presos vamos a parar!.

Otro relato que a él le encantaba relatar se refería a una noche de parranda con sus amigos: Susana Diujm, Alfredo Sadel y Cesar Girón. Estaban en el carro de este último, cuando arribaron a un conocido club nocturno de la época ubicado en el pueblo del Hatillo. Se estacionaron en un lugar prohibido, por supuesto, en breves instantes se le acerco un policía, para advertirles de la situación. Girón conocido por su fuerte carácter, le increpó al agente. - ¿Usted no sabe quién es la mujer que nos acompaña? es la mujer más bella del mundo, ¿y este señor? - señalando a Sadel, - es el mejor tenor del mundo, ¿y este otro? es el mejor shortstop del mundo y, yo soy el mejor torero del mundo. Dicho esto los 4 amigos se dieron la vuelta y entraron al local. Al salir, se encontraron pegado al parabrisas del auto una boleta de citación para el día siguiente y estaba firmada por ¡el mejor policía del mundo! Según le contaron al “Chico”posteriormente, el jefe civil no le creyó al policía que había citado a los venezolanos más destacados de su tiempo a su humilde despacho. Al día siguiente, efectivamente aparecieron los 4 y se armó la fiesta en  honor a ellos.

En cuanto al beisbol, el “Chico” siempre contaba lo que le sucedió su primer día en grandes ligas. Después del entrenamiento matinal. Corrió para bañarse y cambiarse para almorzar. Cuando llegó al comedor se levó la ingrata sorpresa de que todo el mundo estaba uniformado. Para la cena, como no quería cometer el mismo error de nuevo, no se cambió, por supuesto, todos estaban de traje y corbata y el uniformado. Le gustaba relatar como en su primer juego oficial, tuvieron que empujarlo para que saliera a batear, cuando lo anunciaron, porque era la primera vez que escuchaba su nombre en inglés, no se dio cuenta que se referían a el.


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