viernes, 4 de mayo de 2012

RESORTES EN EL UNIVERSITARIO

ESTOY TRATANDO DE SALDAR UNA DEUDA CONMIGO MISMO Y ESTOY ESCRIBIENDO UNA SERIE DE RELATOS SOBRE MIS RECUERDOS  DEL BEISBOL, O PELOTA COMO LE DECIMOS EN VENEZUELA  Y QUE PIENSO PUBLICAR EN UN FUTURO MUY CERCANO. ESPERO QUE LES GUSTE EL QUE PUBLICO HOY, YA QUE SE QUE LES GUSTO EL ANTERIOR.




En el año 1973, cuando tenían 12 años, se presentó la oportunidad de que jugara formalmente. La Escuela de Beisbol Alfonzo Chico Carrasquel con sede  en el Chato Candela (parroquia 23 de Enero, zona F) estaba formando un equipo infantil para participar en la Liga Distrital de Beisbol menor y mi papá me inscribió en el.
                                                                                                                                             
Los juegos se realizaban en el estadio de la Planicie, frente al museo militar, en la cañada y en el polideportivo de Coche. El uniforme estaba confeccionado en lanilla amarilla, con letras, gorra y medias azul celeste. Me quedaba grande pero yo lo lucía con orgullo, sin embargo, no puedo negar .que  sentía algo de envidia ver los uniformes del equipo Hipódromo y del Ministerio de Fomento, muy modernos, tipo mono.

Un día, al terminar mi juego me fui al universitario, donde jugaba el Vigilantes, equipo AA donde jugaba mi papa. No me quite el uniforme porque mi intención era ser el Batboy (recogebate) ese día. Apenas pisé  el terreno se armo la guachafita. “Llegó el pelotero fenómeno” anunció uno de los jugadores, en clara alusión a una película mejicana protagonizada por “Resortes”,  famoso comediante de la época, en la cual interpretaba a un lanzador, cuya destreza provenía de un pelotero ya fallecido que se posesionaba de su cuerpo y que el uniforme, al igual que el mío, le quedaba grande. La risa y la burla duraron todo el juego. No me acuerdo si ganaron ese día, pero de que la pasaron bien, no hay lugar a dudas.

Regresando a mi carrera peloteril en el primer juego que participé fue desastroso, me pusieron a batear como emergente en el séptimo inning (el último) y me ponché abanicando tres veces consecutivas al aire. Gracias a Dios pude superar este percance y a medida que avanzaba el campeonato me pude consolidar como el mejor bateador del equipo. Me recuerdo de un doble juego en el estadio de Pinto Salinas, cercano a la Hermandad Gallega, conecté de ocho, ocho. Mi primo Luis Augusto Izquierdo puede dar fe de este acontecimiento.

Durante toda la temporada jugué la primera base, aunque ya en los últimos juegos me utilizaron como lanzador, en una de esas ocasiones lancé en forma perfecta en un relevo de cinco entradas. En ese primer año, la escuela pudo clasificar por encima de equipos más poderosos, nos ganamos el respeto de todos. Da la casualidad que mi último turno en infantil fue de bateador emergente en la última entrada. A diferencia del primero, esta vez conecte un batazo contra la pared para empatar el juego.

El siguiente año, ya en la categoría “junior” solo participé en un juego realizado en estadio de la Cañada en la parroquia 23 de enero contra un equipo formado por pregoneros. Perdimos, pero en lo personal me fue bien al bate, de 5  4, incluyendo un  doble. Esa fue mi última actuación como pelotero, problemas visuales y el hecho de que no practicaba me convencieron de cambiar de deporte.


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