martes, 28 de abril de 2009

EL FESTIVAL DE LA LECTURA

Hoy cumplí con unos de mis compromisos sagrados, la de pasear por los diferentes pabellones del salón del libro, el cual este año se está celebrando en la plaza Altamira de la ciudad de Caracas con el nombre de “festival de la lectura” con motivo a Saint Jordi. Infinidad de veces he escuchado y leído como los libros digitales sustituirán a las ediciones impresas, pero en verdad no veo como pueden sustituir el placer de recorrer las mesas llenas de libros dando un banquete a la vista con sus múltiples diseños, los estantes luciendo el multicolor de los lomos, la ilusión de abrir el libro y escoger al azar una página para descubrir lo que nos dice el autor y sobre todo ese olor a tinta y papel de un libro nuevo.

No se cuando comenzó mi amor por los libros, por el número de ejemplares que tengo, debe ser de hace mucho tiempo, lo que si se, es que fue un romance gradual, viviendo y disfrutando cada momento. El recuerdo más antiguo que tengo de un libro, un verdadero libro en mis manos, es 20 poemas de amor de Pablo Neruda. Poemas juveniles que ya en mi madurez he abandonado por la prosa y el ensayo. Recuerdo también el impacto que me causó Herman Hesse, mi admiración por la crudeza de Henry Miller o las buenas historias contadas por Morris West. Debo confesar que me encanta una historia bien contada, Si la historia me atrapa, para mí es un buen libro.

Con mi entrada a la universidad, el deber me llevó al ensayo y a los libros educativos, entre los cuales los de economía tienen lugar especial. Recuerdo lo que sufrí leyendo a Marx o lo que disfruté leyendo a Hayex y a Friedman. Luego me tocó el gusanillo de la historia patria, la bien documentada de Tomás Polanco Alcántara o la fabulada de Herrera Luque. En este campo tengo que hacer reconocimiento público a 2 gemas: el diccionario de historia de Venezuela de La Fundación Polar y la Biblioteca Biográfica Venezolana del Nacional. En la actualidad mis lecturas tienen dos objetos de interés; la empresa por un lado y la situación de mi país por el otro.

Confieso que el estudio es la parte preferida de mi casa, las largas horas que paso en el, leyendo y escribiendo, me han convertido en tema de polémica en mi familia, pero es que el libro es adictivo. Aparte de que mi biblioteca cada día está requiriendo más y más espacios de la casa. En la revista Estampa de hoy, el escritor Rafael Arráiz Luca, confiesa que uno de sus anhelos es dejar de manejar y poder tomar el transporte público y así, con el tráfico caraqueño poder tener dos horas adicionales de lectura. Me alegra saber que no soy el único con este sentimiento.

Otro elemento insustituible es la visita a una librería, desde que uno traspasa la puerta de entrada, la mirada va recorriendo cada uno de los estantes, esperando tener una grata sorpresa, ese libro tan buscado, lo último editado de nuestro escritor preferido o simplemente tener una amena conversación con ese ser en extinción y también insustituible que es el librero.

No sé quien fue el chistoso que sacó a los libros de la lista de productos esenciales para el otorgamiento de divisas, seguro que no le gusta leer. Se está volviendo un trauma leer los últimos libros editados, el costo de los mismos impide adquirir todos los títulos que deseamos o necesitamos, por eso aplaudo la iniciativa del gobierno de editar libros y venderlos a precios subsidiados aunque le critico que esos libros sean de una descarada tendencia izquierdista. Me gustaría ver editado a precios solidarios las obras completas de Rómulo Gallegos, de Guillermo Meneses y de los demás valores de la literatura venezolana.

¿Cuáles son los libros que considero que no deben faltar en una biblioteca: “El amor en tiempos del Cólera” de García Márquez, lo disfruté más que cien años de soledad; “Pantaleón y las visitadoras” de Vargas Llosa; “Los miserables” de Víctor Hugo; “Crimen y Castigo” de Dostoievski; El mencionado diccionario de historia de la Polar y sobre todo aquel del cual usted no pudo apartar su vista y pasó una noche de desvelo leyéndolo.

En esta semana del libro he querido hacer un alto para ofrecer mi reconocimiento a ese compañero que dudo pueda ser sustituido y que tantas horas de fantasía, de reflexión y conocimiento me ha dado. Se que en el futuro, los diferentes formatos coexistirán, ya que cada uno tendrá su nicho propio, mientras tanto, yo seguiré leyendo el libro que tengo en mis manos.

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